El cansancio de la democracia en América Latina

El gobierno democrático es el formato de gobierno esencial de la edad moderna, que logró imponerse a los viejos modelos imperialista de la antigüedad y a los monárquicos de la Edad media

Opinión14 de octubre de 2024 Nelson Mateo
NELSON-MATEO-Periodista

El deterioro progresivo del sistema democrático en América Latina es un tema de grave preocupación que merecemos abordar con seriedad. Este fenómeno, que para muchos politólogos representa un advertencia sobre el futuro de nuestras libertades, se ha manifestado en la aparición de líderes y regímenes que desafían las normas democráticas establecidas. Este panorama se ha visto particularmente reflejado en países como El Salvador, Argentina, Nicaragua y Venezuela, donde la frustración social ha llevado a los ciudadanos a optar por soluciones políticas arriesgadas y muchas veces antidemocráticas.

El gobierno democrático es, sin duda, un logro histórico que superó modelos nostálgicos de imperialismo y monarquías. Representa la esperanza de un formato de gobernanza que promueve el respeto de los derechos y libertades, resguardados por el Estado de Derecho. Sin embargo, este ideal se enfrenta a una dura realidad en varias naciones latinoamericanas, donde, en lugar de proporcionar progreso y estabilidad, el constitucionalismo democrático muestra signos de agotamiento y desencanto.

La historia reciente nos muestra cómo, en El Salvador, la llegada de Nayib Bukele se produjo en un contexto de altísimos índices de criminalidad y corrupción desbordante. A pesar de su empatía popular, su administración propone un enfoque radical que, aunque trae alivio inmediato, también plantea serias dudas sobre el respeto a los derechos fundamentales. Esto no es un caso aislado; Argentina, también inmersa en una crisis económica y social devastadora, eligió a Javier Milei como una respuesta desesperada a años de malos gobiernos y miseria.

En Nicaragua y Venezuela, la situación es aún más grave. La autocracia, amparada en la debilidad de las instituciones, se ha afianzado con métodos brutales, eliminando cualquier oposición y restringiendo las libertades. Aquí, el peligro no solo radica en los líderes autocráticos, sino en la apatía y el conformismo de una sociedad que, asediada por la pobreza y la inseguridad, se ve sin opciones viables.

Este fenómeno de descontento ha generado un terreno fértil para la ascensión de políticos atípicos, que prometen cambios radicales en un juego retórico que, a menudo, distrae de los problemas estructurales. Como ha señalado el Dr. Guido Gómez Mazara, estamos ante la presencia de "líderes prefabricados" que, aunque pueden acercarse al pueblo, carecen de una propuesta sustancial que les otorgue legitimidad más allá de la simple negación de lo existente.

Frente a este contexto, es vital que el conjunto de naciones que sostiene la democracia se detenga a reflexionar. Nicaragua, Venezuela, El Salvador y Argentina no son simples anécdotas; son ejemplos alarmantes de cómo la insatisfacción puede llevar a la gente a desafiar las bases del Estado de Derecho. Necesitamos un análisis profundo que nos ayude a comprender las raíces de este descontento y, de este modo, prevenir que las sociedades busquen refugio en soluciones populistas que, aunque atractivas, a menudo conllevan un alto costo en términos de derechos y libertades.

En resumen, el futuro de la democracia en América Latina está en juego. Como ciudadanos y habitantes de una comunidad comprometida, debemos exigir claridad y auténtica estabilidad de nuestros sistemas políticos, para no caer en la trampa de la desesperanza que ha llevado a muchos a rendir su futuro en manos de líderes improvisados. La responsabilidad de preservar nuestras libertades recae en todos nosotros, y es urgente actuar antes de que el deterioro se transforme en colapso.
 

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